20 años del gaymonio: El cambio pro familia es difícil, pero no imposible, dice experta

by Redacción
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La secretaria académica del Instituto CEU de Estudios de la Familia, Carmen Sánchez Maíllo analiza las consecuencias de ley que equiparó las uniones del mismo sexo al matrimonio en España hace 20 años: revertirla es “difícil, no imposible”.

El 1 de julio de 2005 el Congreso de los Diputados aprobó la norma, que fue anunciada un año antes por el entonces presidente del Gobierno José Luis Rodríguez Zapatero, por la que el artículo 44 del Código Civil quedó redactado de la siguiente manera: “El matrimonio tendrá los mismos requisitos y efectos cuando ambos contrayentes sean del mismo o de diferente sexo”.

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España se convirtió entonces en el tercer país del mundo, tras Países Bajos y Bélgica, en equiparar la realidad del matrimonio a las uniones entre personas del mismo sexo, lo que además habilitó a las parejas homosexuales para los procesos de adopción. 

Unos días antes de concluir el procedimiento legislativo, Madrid acogió una manifestación multitudinaria bajo el lema “La familia sí importa, por un padre y una madre” en la que participaron numerosos grupos cívicos y que tuvo el apoyo explícito de la Iglesia Católica.

En las calles de la capital española se pudo ver hasta una veintena de obispos españoles, entre ellos el entonces presidente de la Conferencia Episcopal Española (CEE), Cardenal Antonio María Rouco Varela. 

El 30 de septiembre, el Partido Popular (PP) interpuso un recurso ante el Tribunal Constitucional argumentando que la ley “desnaturaliza la institución del matrimonio” y vulneraba numerosos artículos constitucionales. La resolución del recurso estuvo paralizada hasta el año 2012, cuando fue rechazado. 

Pese a su oposición inicial, el PP apoya ahora sin reservas las celebraciones del llamado Orgullo LGBTI, desde hace años, como se comprueba en sus redes sociales.

En los seis meses restantes de 2005 tras la entrada en vigor de la ley, se realizaron 1.269 uniones homosexuales, mayoritariamente entre varones, tendencia mantenida hasta 2018, cuando las realizadas entre mujeres son más numerosas. 

Sumando estas uniones a los matrimonios, las homosexuales han pasado de representar el 1% del total al 4% en dos décadas.

En conversación con ACI Prensa, Sánchez Maíllo afirma que “dar marcha atrás a estas  cuestiones es difícil, no imposible”, pero que para lograrlo se hace necesaria “mucha determinación” por parte de una mayoría parlamentaria.

Como precedentes, en el campo de la familia cita los casos de Eslovenia y Hungría, que lo hicieron por vía de referéndum o de blindaje constitucional y, en el de la defensa de la vida, el cambio legislativo en los Estados Unidos respecto del aborto, tras 50 años del fallo Roe vs Wade.

“La ideología de género ha arrasado la legislación española”

La ley de equiparación del matrimonio a las uniones homosexuales, “toca el concepto mismo de matrimonio, sus fines y su función social, de tal manera que queda desnaturalizado”, pero no es su único efecto. 

Con ella, se abrió “una brecha en muchos temas, una punta de lanza por la que una ideología entra y toca de lleno la política y la legislación”, de tal manera que entró “una cosmovisión, un modo de entender la realidad, el matrimonio, la familia, la vida en la que parece que no cabe discrepar”. 

“Ha habido un cambio legislativo en el que la ideología de género ha arrasado la legislación española”, resume Sánchez Maíllo, con importantes “implicaciones sociales, culturales y demográficas”. 

Centrándonos en exclusiva en lo que a la ley de equiparación se las uniones del mismo sexo al matrimonio se refiere, Sánchez Maíllo, subraya el especial impacto en los menores: “en este tipo de uniones hay una ausencia de uno de los dos referentes, paternos o maternos, según sea” lo que va en detrimento de los menores “que necesitan esas dos figuras”. 

La figura paterna, en el caso de los niños, ofrece “un modelo de virilidad, de masculinidad, que hoy son palabras políticamente incorrectas” como también lo son “Caballerosidad” o “nobleza”, apunta. 

En el caso de las niñas, la figura paterna “es importantísima para la autoestima, para la identidad y la seguridad. Ellas compararán cualquier relación que tengan con su figura paterna”. 

Por su parte, la figura materna “aporta esa ternura, ese cariño y también es necesario para hijos e hijas”. 

Para Sánchez Maíllo, este tipo de leyes también tiene el peligro de que “se puede instrumentalizar a la infancia en debates ideológicos”, lo que va en contra del interés superior del menor. 

A este respecto, señala que “lo más sano y equilibrado” es tener las dos figuras, masculina y femenina, y que “el interés superior del menor es un matrimonio” con ambas referencias. 

Por otro lado, la natural infertilidad de las parejas del mismo sexo, tiene otros efectos. En el caso de dos varones, este tipo de leyes se convierten en “una palanca” para activar prácticas como los vientres de alquiler, también llamada gestación subrogada, con la que “se mercantiliza el cuerpo femenino” y que, recuerda Sánchez Maíllo, “en España está prohibida desde 2006”

En el caso de parejas de lesbianas, la infertilidad natural lleva a algunas a utilizar técnicas de reproducción asistida. A juicio de la investigadora, más allá de cómo afectan estos procedimientos a la dignidad de la vida humana, “eso es un problemón, porque son niños que nacen sin figura paterna conocida, identificada”, o que suscita a su entender “la pregunta sobre cómo se convoca a estas personas a la vida”.

La importancia de cuidar el matrimonio

Frente a este panorama, Sanchez Maíllo propone que se suscite el testimonio de “matrimonios fuertes, estables, unidos”, también de familias numerosas, que ofrezcan “una imagen que la sociedad necesita”, de familias que vivan con alegría. 

Además, cree necesario “hablar bien de que es posible un matrimonio fuerte, unido” y que las familias se ayuden entre sí, porque “un matrimonio necesita una acompañamiento siempre”, ya sea de otros esposos, expertos o consejeros. 

“Hay un deseo inscrito en el corazón humano de amar y ser amado y hay que cuidarlo en todas las etapas de la vida”, expone Sanchez Maíllo, antes de subrayar que “el matrimonio está muy bien pensado. Es un designio de Dios sobre la persona. Es una vocación natural”. 

“Estamos llamados a esa comunión de personas, a una unión muy profunda entre marido y mujer, para la familia, y los hijos necesitan que sus padres se quieran y esas dos figuras de referencia que son sus ojos para mirar al mundo”, añade. 





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