Luego de celebrada la Eucaristía con motivo de la solemnidad de la Asunción de la Virgen María, el Papa León XIV rezó el Ángelus junto a los fieles congregados en la Plaza de la Libertad.
Durante su mensaje, el Pontífice compartió un texto de los padres del Concilio Vaticano II, recordando que María, glorificada en cuerpo y alma, “precede con su luz al peregrinante Pueblo de Dios como signo de esperanza cierta y de consuelo hasta que llegue el día del Señor” (Lumen gentium, 68). Destacó que, así como Cristo resucitado la ha llevado consigo a la gloria, ella continúa siendo un ejemplo de perseverancia y confianza en Dios para todos los cristianos.
El Papa evocó los versos de Dante en el último canto del Paraíso, donde se refiere a María como madre de esperanza en un mundo lleno de dificultades e incertidumbres.
Conectando su reflexión con el tema del Jubileo, “Peregrinos de esperanza”, el Santo Padre recordó que la vida es un camino y que, como peregrinos, necesitamos una meta que oriente nuestro viaje, nos guíe y nos recuerde:
“En el camino de la existencia, esta meta es Dios, Amor infinito y eterno, plenitud de vida, de paz, de alegría, de todo bien. El corazón humano es atraído por esa belleza y no es feliz hasta que no la encuentra; y, en efecto, si se pierde en medio de la ‘selva oscura’ del mal y del pecado, corre el riesgo de no encontrarla.”
Asimismo, señaló que María, con su “sí” al plan divino, nos muestra cómo la fe y la esperanza nos conducen a la plenitud de vida y al encuentro con Dios.
Finalmente, animó a los fieles a levantar la mirada hacia María en los momentos de oscuridad o cansancio, renovando así la esperanza que nunca defrauda y que acompaña a la Iglesia en su peregrinaje hacia la vida eterna.