Cada 27 de septiembre la Iglesia celebra a San Vicente de Paúl, sacerdote francés conocido como el Padre de la Caridad por haber entregado toda su vida al servicio de los pobres y a la renovación espiritual del clero.
Nacido en 1581 en Pouy, un pequeño pueblo de Gascuña, en el seno de una familia campesina, Vicente destacó desde joven por su inteligencia. Gracias al apoyo de un benefactor pudo estudiar, y en 1600, con apenas 19 años, fue ordenado sacerdote. Cuatro años más tarde obtuvo el doctorado en Teología en Toulouse.
Su vida no estuvo exenta de pruebas. Durante un viaje marítimo fue capturado por piratas turcos y vendido como esclavo en Túnez. Allí permaneció hasta que logró recuperar la libertad tras convertir a su amo al cristianismo, regresando a Francia en 1607.
Al poco tiempo se convirtió en preceptor de la familia Gondi, una de las más influyentes de París. Allí entró en contacto con los campesinos de sus tierras y descubrió las profundas desigualdades sociales, lo que marcó definitivamente su vocación: dedicar su sacerdocio al servicio de los pobres.
En 1617 fundó las primeras Cofradías de la Caridad, origen de las Damas de la Caridad y, posteriormente, de las Hijas de la Caridad, fundadas en 1633 junto a Santa Luisa de Marillac. Esta nueva congregación revolucionó la vida religiosa femenina, pues sus integrantes no serían monjas de clausura, sino hermanas dedicadas a servir en medio del mundo a los enfermos, huérfanos y necesitados.
Ese mismo impulso misionero lo llevó a fundar la Congregación de la Misión, conocidos como Lazaristas, con el objetivo de predicar en las zonas rurales y formar mejor a los sacerdotes. San Vicente organizó también las “conferencias de los martes”, donde el clero compartía experiencias y se motivaba a vivir con fidelidad su vocación.
Aunque fue consejero de reyes y cardenales, San Vicente siempre se reconoció como amigo de los pobres. Su espiritualidad se fundamentaba en el amor eficaz: oración y acción inseparables, convencido de que servir a los necesitados era servir a Cristo mismo.
San Vicente de Paúl murió en París el 27 de septiembre de 1660, a los 79 años. Fue canonizado en 1737 por el Papa Clemente XII, y en 1885 el Papa León XIII lo proclamó Patrono de todas las Obras de Caridad de la Iglesia Católica.
Hoy, su legado continúa vivo en miles de misioneros, religiosas y laicos vicentinos que en todo el mundo siguen llevando esperanza y consuelo a los más pobres en nombre de Jesucristo.