El Vaticano publica la nota doctrinal Mater Populi Fidelis, que aclara el sentido de los títulos marianos y explica la cooperación de María en la obra de la salvación

La nota doctrinal reafirma la enseñanza del Concilio Vaticano II y de los Papas recientes sobre la cooperación de María en la salvación.

by José Medrano
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Ciudad del Vaticano, noviembre de 2025. — El Dicasterio para la Doctrina de la Fe ha publicado la nota doctrinal Mater Populi Fidelis, un documento de profunda reflexión teológica que aborda con claridad y equilibrio la participación de la Virgen María en la obra redentora de Cristo. Su propósito es ofrecer una interpretación fiel a la enseñanza de la Iglesia sobre ciertos títulos marianos —como Corredentora, Mediadora y Madre de la gracia— a la luz del Concilio Vaticano II, reafirmando la centralidad absoluta de Cristo, único Redentor y fuente de toda gracia.

El texto, que se apoya en la Sagrada Escritura, la Tradición patrística y el Magisterio, busca armonizar la rica piedad mariana del pueblo cristiano con la integridad de la fe, evitando expresiones ambiguas que puedan oscurecer la mediación única de Cristo.

María en el misterio de la salvación

Desde los primeros siglos del cristianismo, la Iglesia ha reconocido una doble dimensión en la cooperación de María en el plan divino: su participación en la Redención objetiva, realizada por Cristo en su Pascua, y su influjo maternal sobre los redimidos, fruto de su presencia viva en la Iglesia. Ambas dimensiones están estrechamente unidas, pues la maternidad espiritual de María pertenece al mismo designio salvífico de Dios.

El documento recuerda que las Sagradas Escrituras ofrecen los fundamentos de esta doctrina. En el Génesis (3,15), la Virgen aparece prefigurada como la “Mujer” asociada a la victoria sobre la serpiente; en el Evangelio de Juan (19,26-27), Jesús la entrega como Madre a toda la humanidad al pie de la cruz; y en el Apocalipsis (12,1-17), se revela como la “Mujer vestida de sol”, madre del Mesías y de sus hijos, signo de la Iglesia en su peregrinación.

Asimismo, Mater Populi Fidelis destaca el testimonio de María en los misterios de la vida de Cristo: desde la Encarnación y la Natividad hasta la cruz y Pentecostés. Su fe y obediencia la presentan como la nueva Hija de Sión, portadora de la alegría mesiánica y modelo de discipulado: «Feliz la que ha creído» (Lc 1,45).

La cooperación de María según la fe de la Iglesia

El documento expone que la cooperación de María en la salvación no debe entenderse como una acción paralela ni complementaria a la de Cristo, sino como una colaboración subordinada y dependiente, fruto de su libre consentimiento al plan de Dios. En palabras inspiradas en Lumen gentium (56), “Dios no utilizó a María como un instrumento pasivo, sino que la hizo cooperar por la fe y la obediencia en la salvación de los hombres”.

Esta cooperación maternal se extiende también al orden de la gracia, en cuanto María intercede, acompaña y dispone los corazones de los fieles para acoger la acción salvadora de su Hijo. Sin embargo, aclara el documento, esta cooperación no implica causalidad directa: “María no comunica la gracia; la pide y la prepara en los corazones”.

El título de “Corredentora”: una expresión teológicamente equívoca

Uno de los apartados centrales de Mater Populi Fidelis analiza el uso histórico del título Corredentora, surgido en el siglo XV y empleado ocasionalmente en la teología y la predicación. El texto recuerda que el Concilio Vaticano II evitó intencionadamente este término, prefiriendo hablar de María como cooperadora, asociada o servidora del plan redentor de Cristo, para evitar equívocos doctrinales.

El Dicasterio explica que, aunque la intención de quienes usaron el título fue subrayar la participación amorosa de María en la obra de su Hijo, la palabra Corredentora resulta ambigua y puede oscurecer la mediación única y perfecta de Cristo. Por eso, tanto Benedicto XVI como el papa Francisco han desaconsejado su uso. El Papa Francisco recordó en varias ocasiones que María “jamás se presentó como corredentora”, insistiendo en que “Cristo es el único Redentor” y que su obra “no necesita añadidos”.

El documento concluye que, aunque María coopera en la redención de modo singular, su participación debe entenderse siempre “en dependencia absoluta de Cristo”, evitando expresiones que puedan sugerir una igualdad o complementariedad de funciones.

“Mediadora”: una cooperación maternal y subordinada

Mater Populi Fidelis examina también el título de Mediadora, que posee una larga tradición teológica en Oriente y Occidente. Reconoce que María tiene una mediación real en la Encarnación —al consentir libremente a la voluntad divina— y que continúa ejerciendo una intercesión maternal en favor de los creyentes.

No obstante, el documento precisa que esta mediación es participada, no autónoma: “La mediación de María es totalmente dependiente de la única mediación del Redentor y participa de ella sin disminuirla”. La nota cita Lumen gentium (62): “La función maternal de María en favor de los hombres no oscurece ni disminuye la única mediación de Cristo, sino que manifiesta su eficacia”.

Asimismo, se advierte contra visiones de tipo neoplatónico que imaginan una “cadena de mediaciones” o una transmisión jerárquica de la gracia a través de María. Tales interpretaciones, afirma el texto, “no reflejan la verdad cristiana de la unión inmediata entre Dios y el alma del creyente”.

“Madre de la gracia”: participación, no fuente

Entre los títulos marianos, el documento presenta Madre de la gracia como el más teológicamente equilibrado. María participa de la comunicación de la gracia divina, pero no como causa eficiente o fuente, sino como madre que intercede y dispone los corazones para recibir la acción del Espíritu Santo.

La gracia, subraya la nota doctrinal, tiene un único origen en el Corazón de Cristo. María fue la primera redimida y santificada por esa gracia, y desde esa plenitud pudo cooperar libremente con la obra del Salvador. Así, Mater Populi Fidelis afirma: “María no produce la gracia, pero enseña a recibirla; no la transmite, pero dispone el alma a acogerla con fe”.

La primacía de la gracia salvadora de Cristo

El documento recuerda, con palabras de san Agustín y santo Tomás de Aquino, que «nadie puede ser justo sino aquel a quien se comunican los méritos de la pasión de Nuestro Señor Jesucristo». Toda justificación, añade, es obra exclusiva de la gracia salvadora de Cristo, que actúa directamente en el alma por medio del Espíritu Santo.

Por tanto, ninguna criatura —ni los santos ni la Virgen María— puede ser causa de la gracia divina. La cooperación mariana es de orden maternal, no causal; es intercesora y ejemplar, no eficiente. “Sólo Dios justifica —dice el texto—, y sólo en Él el hombre encuentra la fuente de la salvación.”

María, discípula perfecta y Madre del Pueblo fiel

La nota concluye presentando a la Virgen como la primera discípula de Cristo y modelo de toda la Iglesia. Su grandeza consiste en la plena disponibilidad a la voluntad de Dios: creyó, obedeció y permaneció junto a su Hijo hasta la cruz. “Para María no hay otra gloria que la de Dios —afirma el texto—. Toda su existencia proclama la grandeza del Señor.”

Su misión continúa en la vida de la Iglesia como Madre del Pueblo fiel, que intercede, acompaña y educa a los creyentes, guiándolos hacia Cristo, fuente única de la gracia. En su figura, la Iglesia contempla su propio misterio: como María, está llamada a ser madre, a engendrar nuevos hijos para Dios mediante la fe y los sacramentos.

Una devoción mariana profundamente cristocéntrica

Finalmente, Mater Populi Fidelis exhorta a los pastores y teólogos a promover una devoción mariana “purificada, equilibrada y centrada en Cristo”, fiel a la enseñanza del Concilio Vaticano II: “Mientras es honrada la Madre, el Hijo sea debidamente conocido, amado y glorificado” (Lumen gentium, 66).

El documento insiste en que toda auténtica piedad mariana conduce al Hijo y nunca se detiene en la figura de la Madre. María refleja, como un espejo sin mancha, la luz de Cristo. En ella, el creyente encuentra el rostro maternal de la misericordia divina, y en Cristo, la única fuente de salvación.

“En la Virgen María —concluye la nota— la Iglesia contempla la imagen de lo que está llamada a ser: una criatura totalmente abierta al Espíritu, plenamente unida a Cristo y entregada al amor del Padre. En ella, el pueblo fiel halla consuelo; en Cristo, la gracia que salva.”

Mater Populi Fidelis

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