Encima de pintorescos acantilados a orillas del río Misisipi se encuentra la pequeña ciudad de Natchez, Misisipi (Estados Unidos). Un flujo constante de viajeros llega a la ciudad, debido a su rica historia y casas anteriores a la guerra civil.
A principios de 2024, los sonidos familiares de carruajes tirados por caballos o barcos de vapor trayendo turistas fueron reemplazados por el bullicio de equipos de cámaras y la construcción de escenarios de cine. Aunque la ciudad no es ajena a la presencia de equipos de producción, el tranquilo pueblo ribereño estaba revolucionado durante la producción de la importante película Exorcismo: El Ritual, que se estrenó el 6 de junio. La fotogénica Basílica de St. Mary, en el corazón de la ciudad, junto con los edificios parroquiales, sirvieron de telón de fondo para la película, que cuenta con la participación de figuras notables de Hollywood como Al Pacino, Dan Stevens, Ashley Greene y Patricia Heaton.
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La película retrata el caso de exorcismo más famoso de la historia reciente de la Iglesia Católica, ocurrido en Iowa (Estados Unidos) en 1928. Es una nueva versión de la verdadera y sobrecogedora historia que inspiró la novela de 1971 y la película de 1973 El Exorcista. Esta adaptación narra la legendaria posesión de Emma Schmidt y las luchas internas de los sacerdotes y religiosas involucrados; el ganador del Oscar Pacino interpreta al sacerdote real, el capuchino Theophilus Riesinger; con Stevens, a quien muchos reconocerán de Downton Abbey, como el P. Joseph Steiger; Greene, de las películas de Crepúsculo, como la hermana Rose; y Heaton, conocida por Everybody Loves Raymond, como la madre superiora.
Las películas buscan contar una historia cautivadora. Lo que el público a menudo no ve son las ricas historias que se desarrollan en el trasfondo durante la creación de las películas, y Exorcismo: El Ritual no es la excepción. Sin embargo, tuve la fortuna de experimentar una pequeña parte de la realización de este filme, ya que la Basílica de St. Mary es mi parroquia.
Fue una fría mañana de invierno cuando recibí un mensaje de mi párroco, el P. Aaron Williams. Su mensaje decía que, si mis hijos y yo llegábamos al centro vestidos con ropa de los años 20, tendríamos la oportunidad de participar como extras en la película. Así que nos preparamos, y fue un placer observar y participar en las escenas de la Misa. Lo que presencié fue una deferencia continua del equipo de producción y los actores hacia las indicaciones del P. Williams. Desde mi perspectiva, en los bancos traseros, se notaba un esfuerzo concertado por la precisión en las rúbricas de la Misa, tanto entre tomas como durante ellas. Por ejemplo, el ángulo del incensario (recipiente metálico para el incienso, suspendido por cadenas y que se balancea en puntos específicos de la liturgia) era demostrado por el P. Williams y luego replicado muchas veces por el actor Stevens. Hubo mucho de “apresúrate y espera” en el proceso, pero eso permitió mucho tiempo para observar. Mis hijos y yo no fuimos los únicos lugareños que participamos como extras, ya que varios feligreses y miembros de la comunidad también participaron. La atención al detalle no se detuvo en las rúbricas de la Misa. De hecho, se dedicó un gran esfuerzo a la planificación y la actuación.
Mi reciente conversación con el P. Williams me dio una idea de cómo se eligió St. Mary’s como lugar de rodaje, de una manera que sólo puede ocurrir en un pueblo pequeño. En un restaurante de la ciudad, un camarero (y feligrés de St. Mary’s) escuchó una conversación entre un productor de cine y un amigo sobre la dificultad de conseguir una locación para una película, dada la reciente huelga de guionistas de Hollywood. El camarero intervino y sugirió St. Mary’s, que estaba a sólo una cuadra, destacando su belleza. Tras obtener la aprobación del obispo Joseph Kopacz de la Diócesis de Jackson, el equipo de filmación llegó a la histórica ciudad, aparentemente duplicando la población del centro de Natchez. Fue entonces cuando el P. Williams comenzó a desempeñar su papel de anfitrión, incluso reorganizando la rectoría para acomodar a los recién llegados.
A lo largo del rodaje, la participación del P. Williams en el proceso fue evolucionando. A menudo se le consultaba para asegurar la precisión en las representaciones de exorcismos y la vida eclesiástica. La historia más notable detrás de la película giró en torno a los momentos con el elenco y el equipo que fueron “microcosmos de mini-clases de catecismo”, según dijo el P. Williams.
Un almuerzo en particular fue especial, organizado por Pacino y al que asistieron el elenco y parte del equipo. “Todas sus preguntas eran de índole teológica”, relató mi párroco sobre el nueve veces nominado al Oscar. Un miembro del equipo ha mantenido el contacto con el P. Williams, continuando estas conversaciones teológicas y mostrando interés en la fe después del rodaje. El equipo pidió al P. Williams que bendijera el set diariamente mientras trabajaban. Para mí y los feligreses, también fue maravilloso ver tanto al elenco como al equipo asistir a las misas dominicales durante la producción.
Anecdóticamente, se celebró una Misa en la Basílica de St. Mary, reuniendo a todos los sacerdotes y al obispo de la diócesis hacia el final del rodaje de la película, en la que yo fui la salmista y el P. Williams tocó el órgano. Cada centímetro cuadrado de la parroquia estaba ocupado por un decorado, un miembro del equipo o sus elementos necesarios. Incluso la sala de música en el sótano de la iglesia se convirtió en sala de espera para el elenco entre tomas.
Mientras el sacerdote y yo repasábamos la música para la Misa, serenamos a algunos miembros del elenco, incluidas Greene y Heaton, quienes tarareaban los himnos mientras practicábamos. No hace falta decir que el rodaje estuvo profundamente entrelazado con la vida parroquial.
La atención al detalle que me impresionó desde los bancos también fue una de las mayores enseñanzas que el P. Williams se llevó de toda la producción. El equipo de producción buscó vestimentas y manteles de altar de los años 20 y pidió al P. Williams que les ayudara a encontrar lecturas litúrgicamente apropiadas para la época y el calendario litúrgico. Igualmente impresionante para el P. Williams fue cómo la película sirve como una increíble expresión del sacerdocio: de las luchas interiores y los elementos de auto-sacrificio de esta vida al servicio del rebaño de Cristo.
A pesar de las dudas iniciales del P. Williams sobre que una película que retrata un exorcismo tan famoso en la historia de la Iglesia se filmara en la Basílica de St. Mary, finalmente quedó satisfecho con el proceso y el resultado final. La película, en última instancia, remite a aquellas conversaciones teológicas mantenidas durante los almuerzos, sobre la voluntad permisiva de Dios respecto al sufrimiento y la demostración de su poder y misericordia a través del sacerdocio.
“La dinámica de la historia”, dijo el P. Williams, “se muestra a través de la humanidad de los personajes que luchan por la santidad”. Concluyó que “es una representación precisa [del sacerdocio] que los fieles esperarían de sacerdotes santos”.
Traducido y adaptado por el equipo de ACI Prensa. Publicado originalmente en el National Catholic Register.