El atleta paralímpico Amelio Castro vive el deporte como una prueba de fe


En el Jubileo del Deporte, compartimos la historia de un joven que, con su vida, demuestra que la verdadera fuerza nace de la fe en Dios. Amelio Castro Grueso, esgrimista colombiano y atleta paralímpico, nos invita a descubrir cómo, desde el dolor más profundo hasta la alegría más grande, la acción divina transforma vidas y abre caminos de esperanza.

Sor Elaine Castro Matheuz – Ciudad del Vaticano

Desde muy joven, la vida de Amelio Castro Grueso estuvo marcada por duros golpes. A los dieciséis años, la pérdida de su madre sumió su mundo en la incertidumbre y la tristeza. Sin embargo, en el hospital, tras un accidente de tránsito que lo dejó sin movilidad a los veinte años, encontró algo que cambiaría su vida: el amor de Dios. Allí, en ese lecho de dolor, Amelio descubrió que la fe podía ser su mayor fortaleza, esa fe que le sostendría en las pruebas, que le daría esperanza y le abriría las puertas a un camino lleno de grandes oportunidades. En esa experiencia, él aprendió que la presencia de Dios no solo era un consuelo en el sufrimiento, sino la fuerza que transforma los corazones y renace la esperanza.

Entrevista al atleta paralímpico Amelio Castro Grueso al celebrar el Jubileo del deporte

El deporte como una prueba de fe

Amelio Castro expresa que el deporte para él no es solo un medio de superación física, sino también una forma de agradecer a Dios por todo lo que ha puesto en su camino. Cuando le preguntan qué significa para él participar en el Jubileo del Deporte, su respuesta refleja una auténtica alegría: “Para mí es algo maravilloso, porque creo, como decía muy seguido el Papa Francisco, que la esperanza es algo que todos debemos tener y luchar por no dejar que nos la roben”. Sin embargo, en la vida de Amelio la esperanza no es sólo una palabra, es el deporte, es el esfuerzo diario, es disciplina, es su historia y es perseverancia. Y añade con una sonrisa que su mayor deseo es transmitir esta esperanza a los jóvenes: “Creo que para los jóvenes también será maravilloso, porque el deporte no solo forma cuerpos, sino corazones y mentes llenas de sueños”. Así el deporte se convierte en una prueba de fe, es una forma de hacer comunidad, de sentir que no estamos solos, y que podemos confiar en Dios para seguir adelante. Es una oportunidad para decirle a los demás que, aunque en el mundo haya obstáculos, Dios siempre nos ayuda a seguir adelante.


Atleta paralímpico Amelio Castro   (juegos paralimpicos)

La fe como motor de su vida

Amelio se declara un hombre de fe que ha aprendido que “tener fe es confiar en que Dios nunca te abandona, incluso cuando tú sientes que todo se derrumba”. Él comparte lo que más “le ha ayudado en la vida es esa confianza absoluta en que Dios tiene un plan para mí, aunque no entienda siempre cuál es”. En sus propias palabras, describe cómo esa fe le ha dado la fuerza para no rendirse, lo que más agradece es que, a pesar de que su cuerpo no responde igual que antes, su corazón sí resiste y late con la alegría de saber que Dios tiene el control. “En el 2013, cuando tuve el accidente y estaba en el hospital, no entendía qué pasaba. Pero escuchaba las palabras del Papa Francisco, y eso me daba esperanza. Él decía: ‘No perder la esperanza, porque Dios no abandona a quienes confían en Él’”.

Y continúa: “Eso me dio la esperanza de que podía seguir luchando, de que podía volver a soñar en grande, que podía venir acá y tener la oportunidad de hacer deporte en alto nivel y gracias a Dios y al profesor Danile Pantone ya estamos en ese camino y entrenamos con grandes atletas”

Un día en sinceridad con Dios

Amelio Castro comparte una recomendación a las personas, particularmente a las de la parte eclesiástica, “es tener siempre, sin ser superficial, primero la sinceridad consigo mismos y después con Dios”. En su experiencia, “creo que una persona de fe es una persona que vive siempre en constante comunicación con Dios, con el espíritu”.

Cuenta que todos los días, a las primeras horas de la mañana, “me despierto siempre a las 3 o 4 de la mañana”, y en ese momento, hace una introspección profunda de su día: “Cuántas personas ayudé, qué cosas hice bien, qué podría haber hecho mejor”. Después, expresa que inicia un acto de agradecimiento hacia Dios, porque siente que “Dios ha sido bueno conmigo; no tengo nada que pedir, solo agradecer”, y añade que, en ocasiones, “la gente me invita a rezar para que me pare, pero yo solo me río y pienso: ‘No saben cuánto Dios ha sido maravilloso conmigo’”.

Una invitación a desnudar el corazón

Amelio enfatiza que “los procesos que vivimos en la vida deben llevarnos a desnudarnos ante Dios, a abrir nuestro corazón sin reservas”. Él recuerda que “la Biblia es un libro lleno de historias de hombres que eran procesados, que tenían errores y luchas, pero que volvieron siempre con el corazón desnudo ante Dios”. “Dios siempre perdona y está con quienes se abren sinceramente”, afirma con convicción, y aconseja a los jóvenes que “lo más importante es tratar de desnudar su corazón ante Dios, ser lo más sinceros posible”.

Recomienda también pedirle a Dios discernimiento y fuerza para aceptar lo que en ocasiones no podemos cambiar: “Si tienes una lucha entre la carne y el espíritu, pide a Dios que te dé discernimiento para entender lo que debes aceptar, y fuerza para superar aquello que no debes. Él te ayudará, porque si Dios ha hecho lo imposible en mi vida, que era uno de los que menos posibilidades tenía, también puede hacerlo contigo”.


Juegos Paralimpicos Paris 2024   (juegos paralimpicos)

Ser testigo del amor de Dios en medio del deporte

Amelio Castro, con un espíritu jovial y lleno de entusiasmo, afirma que “mi propósito no es solo ganar medallas, sino mostrar que Dios actúa en todos los rincones de nuestra vida, incluso en el deporte”. Su forma de vivir y su testimonio son un llamado para todos, especialmente para los jóvenes, a reconocer la presencia de Dios en cada paso del camino: “Yo trato de ser un ejemplo de que, en medio de la disciplina, el esfuerzo y el sacrificio, Dios se manifiesta — en la sonrisa, en la solidaridad, en la esperanza. Cuando uno es sincero con Dios, alguien que solo busca agradarle y no esconder su sinceridad, Él empieza a obrar en su corazón”. La verdadera victoria no solo está en ganar una medalla, sino en aceptar que Dios nos ama y que, si confiamos en Él, podemos superar cualquier prueba.

El poder de una sonrisa

El deportista cierra con una sonrisa llena de esperanza: “Yo siempre digo que el primer contacto entre las personas es la energía. Creo que cuando uno intenta tener un corazón sano, un corazón que no envidia, que no odia, y que no alberga pensamientos negativos hacia los demás, eso se transmite. Cuando llegas a un lugar, automáticamente conectas con quienes tienen una energía similar a la tuya. Por eso, trato de ser una persona que pasa por la vida sonriendo, no porque quiera disimular que sea feliz, sino porque realmente lo soy. Y esa alegría la trato de contagiar a los demás, no solo con mi sonrisa, sino brindándoles un ejemplo de que la felicidad existe y que todos podemos alcanzarla. Si me dijeran que puedo pedir un deseo, sería que todo el mundo sea feliz”.



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