En el Foro Globsec 2025 sobre Consolidación de la Paz Mundial que se celebra en Praga, el Secretario de Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales volvió a hablar de la necesidad de una paz no forjada con las armas, ni asegurada por amenazas o medidas disuasorias, sino sostenida por la justicia y arraigada en la dignidad de todo ser humano.
Federico Piana – Ciudad del Vaticano
“Nuestro mundo se encuentra en una encrucijada. La guerra en Ucrania ha quebrantado la ilusión de que la paz en Europa es permanente. La Tierra Santa sangra. Siria, Yemen, el Sahel: demasiados lugares siguen atrapados en ciclos de violencia y desesperación”. El arzobispo Paul Richard Gallagher, secretario de la Santa Sede para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales, hizo un análisis objetivo y doloroso del destino del mundo actual en su intervención de ayer en el Foro Globsec 2025 de Praga, que concluirá hoy, 14 de junio.
Sanar la memoria
Ante una audiencia de líderes mundiales, innovadores y artífices del cambio llamados a reflexionar sobre los retos más urgentes y las estrategias y dinámicas para construir un futuro global mejor, Gallagher recordó cómo estos conflictos en curso demuestran que la diplomacia, la política internacional, los acuerdos económicos e incluso los marcos institucionales distan mucho de ser suficientes: “La paz requiere algo más que gobernanza; requiere visión moral y la transformación de los corazones. El mundo no sólo desea el cese de la violencia, sino también la curación de la memoria, el arreglo de las relaciones y el restablecimiento de la esperanza. Y aquí es donde debe intervenir la religión, no como competidora de la diplomacia, la política o las estructuras de la sociedad, sino como su alma”.
El amor, ante todo
Por eso, precisamente al inicio de su discurso, el arzobispo había citado las palabras sobre la paz de Cristo resucitado, una paz desarmada y desarmante, humilde y perseverante, pronunciadas por León XIV la tarde de su elección, hace poco más de un mes, al asomarse desde el balcón central de la basílica de San Pedro: “Este saludo -explicó Gallagher-, sencillo pero profundo, encierra el corazón de la visión de la Santa Sede: una paz no forjada con las armas, ni asegurada con amenazas o medidas disuasorias, sino nacida del amor, sostenida por la justicia y enraizada en la dignidad de todo ser humano. Una paz verdaderamente católica, en el sentido original de la palabra katholikós, que significa universal”.
Relaciones justas
La visión católica de la paz, por tanto, para el Secretario para las Relaciones con los Estados y las Organizaciones Internacionales de la Santa Sede implica el hecho de que la «Iglesia entiende la paz no sólo como ausencia de guerra, sino como presencia de relaciones justas, lo que ella llama una empresa de justicia». Desde los tiempos de la Gran Guerra hasta hoy, las enseñanzas papales han apelado constantemente a una paz basada no en la conquista, sino en la justicia, fundada en la verdad, la caridad, la libertad y la dignidad inviolable de la persona humana como su piedra angular”. Y la verdadera paz debe caminar por la senda del desarrollo humano integral, porque «la guerra es, en última instancia, un fracaso de la política y de la humanidad».
La religión no distorsiona
En el centro de su discurso, Gallagher respondió también a una objeción muy en boga en el mundo moderno y que, por desgracia, a veces ha encontrado una aparente confirmación en la historia: que la religión ha causado divisiones: “Pero, como nos recordó el Papa Francisco, no es la religión en sí misma, sino su distorsión, lo que conduce a la violencia. La religión, bien entendida, liga – religare, ligar – uniendo al hombre con Dios y a las personas entre sí. No apela a la coacción sino a la conciencia, no a la venganza sino al perdón. El corazón humano, como escribió San Agustín, está inquieto hasta que descansa en Dios. Y esta inquietud se convierte en conflicto cuando se descuida la dimensión moral”.
Contra la dominación
Por ello, añadió, es importante reconocer que muchos conflictos contemporáneos no pueden entenderse «sin reconocer las identidades religiosas y los anhelos espirituales de los pueblos implicados». La presencia diplomática de la Santa Sede, arraigada en la credibilidad moral más que en la fuerza militar, le permite hablar a todas las partes, no con la lógica de la dominación, sino del diálogo.
Pilares de la paz
Los pilares de la aproximación de la Santa Sede a la paz son esencialmente cuatro. El arzobispo los resumió así: “Dignidad humana: toda vida humana es sagrada. No hay paz posible si una sola vida se considera prescindible; bien común: la paz debe estar al servicio de todos, no sólo de los fuertes, sino especialmente de los pobres, los desplazados, los olvidados; solidaridad: no somos individuos aislados, sino una familia humana. La paz crece a través de la interdependencia; desarrollo humano integral: como dijo el Papa Pablo VI, «el desarrollo es el nuevo nombre de la paz». Pero no cualquier desarrollo: debe ser integral, referido a todas las dimensiones de la persona humana y de todos los pueblos de la tierra”.