En la noche del 28 de mayo de 1964, en el pueblo de Elche de la Sierra, Albacete (España), un grupo de diez jóvenes salieron de sus casas a escondidas y, con paciencia, cubrieron el suelo con virutas teñidas a lo largo del recorrido que haría al día siguiente la procesión del Corpus Christi.
Tras la hazaña de estos jóvenes, ya de madrugada, unas coloridas alfombras decoraban las calles de este rincón de España. Sin saberlo, habían iniciado lo que se convertiría en una de las tradiciones más arraigadas en Castilla la Mancha.
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En conversación con ACI Prensa, Andrea López, del departamento de prensa de la Asociación de Alfombras de Serrín en Elche de la Sierra, fundada en 1990, explica que iniciativa surgió de Francisco Carcelén, quien, al observar las alfombras de flores que se realizaban en Barcelona durante la festividad de “La Octava del Señor”, se inspiró para convertir su pueblo en un hermoso lienzo.
“En nuestro pueblo no había muchas flores, y abundaban las herrerías y las virutas. Francisco y sus amigos las pintaron y sin que nadie lo supiera cubrieron el pueblo, que se despertó lleno de colores”, precisa.
Para ello utilizaron la viruta de los aserraderos cercanos, la cual tiñeron con los tintes que Carcelén utilizaba para su negocio de ropa. Con los años, la viruta fue sustituida por serrín, que, aunque similar, es más fino.
López comenta que el año pasado, poco después de la Solemnidad del Corpus Christi, Francisco Carcelén falleció, “por lo que este año es un homenaje especial para él”.
El pasado domingo 22 de junio, como cada año, Elche de la Sierra se engalanó para la fiesta que honra la verdadera y real presencia de Jesucristo bajo las apariencias del pan y del vino.
Todo fue posible gracias al esfuerzo de los vecinos que, divididos en 30 “peñas alfombristas”, crearon mosaicos con escenas religiosas y decorativas. “Cerca de 600 personas participan en la elaboración de estas alfombras, cubriendo las calles durante toda la noche con diseños que han sido preparados durante meses”, precisa Andrea.
Las calles se reparten en función de la posición del año anterior, y según prioridad, ya que “primero eligen los tres ganadores del año anterior”.
“A mi peña nos toca este año en la plaza de la iglesia, es la primera alfombra, por lo que la responsabilidad es enorme”, agrega. “Primero delimitamos con tizas el perímetro y luego empezamos con el diseño. Solemos comenzar a las 6 de la tarde, pero las hora más difíciles son desde las 11 de la noche hasta las 8 de la mañana. No paramos en ningún momento, porque sino no da tiempo”, afirma Andrea.
Cada grupo compite por lograr el diseño más espectacular de este arte efímero, cuyos mosaicos perduran apenas unas horas, debido al paso de la procesión del Corpus.
“Siempre votan los turistas, para que sea más objetivo, ya que entre todos los del pueblo nos conocemos”, remarca Andrea. Además, asegura que los diseños “más impactantes” son los de motivos religiosos. “Uno de los premios especiales es para el diseño que se realiza en la iglesia, debajo del altar”.
Aunque la costumbre de las alfombras de serrín se consolidó en la década de 1960, la tradición de las alfombras de colores, realizadas especialmente en Semana Santa, ya existía previamente en España. Los españoles la introdujeron en países de Sudamérica, como Guatemala, México o Perú, donde aún se conserva.
También se realiza en otros países, aunque con diferentes materiales. En Italia, por ejemplo, se lleva a cabo la infiorata, que se puede traducir como “decorada con flores”.