El Papa: La unidad en las Iglesias se crea con la confianza y el perdón


En el Ángelus en la Plaza de San Pedro, León XVI recuerda «la gran fiesta de la Iglesia de Roma» en la solemnidad de Pedro y Pablo, subraya que también en este tiempo hay cristianos que mueren por los valores del Evangelio, a menudo al difundirlos -dice- hay oposición y persecución pero la gloria de Dios resplandece en la continua conversión.

Benedetta Capelli – Ciudad del Vaticano

Vivir “en continua conversión”. El Papa León XIV en el Ángelus de la solemnidad de los santos Pedro y Pablo, patronos de Roma, recuerda que en la peregrinación a las tumbas de los Apóstoles se descubre que se puede vivir como ellos, en la llamada de Jesús que sucede varias veces, no sólo una, y en la que todos nosotros, especialmente en el Jubileo, podemos esperar. El Papa recuerda que el Nuevo Testamento no esconde «los errores, las contradicciones, los pecados de aquellos que veneramos como los más grandes Apóstoles», sino que «su grandeza ha sido modelada en el perdón».

La unidad de la Iglesia y entre las Iglesias, hermanas y hermanos, se nutre del perdón y de la confianza recíproca, que comienza por nuestras familias y nuestras comunidades. En efecto, si Jesús confía en nosotros, también nosotros podemos fiarnos los unos de los otros, en su Nombre.

Al servicio de la unidad y de la comunión

Hay también otro elemento que el Papa León subraya y que concierne a los «cristianos a los que el Evangelio vuelve generosos y audaces incluso al precio de su vida».

Existe de ese modo un ecumenismo de la sangre, una invisible y profunda unidad entre las Iglesias cristianas, que a pesar de ello no viven todavía la comunión plena y visible. Quiero por lo tanto confirmar en esta fiesta solemne que mi servicio episcopal es servicio a la unidad y que la Iglesia de Roma está comprometida por la sangre de los santos Pedro y Pablo a servir, en el amor, a la comunión entre todas las Iglesias.

En contraste con la mentalidad mundana

Un servicio a la unidad que nace de las piedras desechadas, una inversión que se realiza en Cristo, la “piedra de la que Pedro recibe también su propio nombre”. Una piedra desechada por los hombres y que Dios ha convertido en piedra angular”; piedras que están al margen, “extramuros”, como las que construyen la plaza de San Pedro y las basílicas papales de San Pedro y San Pablo.

Lo que a nosotros nos parece grande y glorioso antes fue descartado y excluido, porque contrastaba con la mentalidad mundana. Quien sigue a Jesús se encuentra recorriendo el camino de las bienaventuranzas, en el que la pobreza de espíritu, la mansedumbre, la misericordia, el hambre y la sed de justicia, y el trabajo por la paz encuentran oposición e incluso persecución. Y, sin embargo, la gloria de Dios brilla en sus amigos y a lo largo del camino los va modelando, cada vez que se convierten.

Iglesia, casa y escuela de comunión

“Que los Apóstoles Pedro y Pablo, junto con la Virgen María”, concluye el Papa, “intercedan por nosotros, de modo que, en este mundo herido, la Iglesia sea casa y escuela de comunión”.



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