León XIV: “La espiritualidad mariana revela la sencillez del Evangelio”

En un ambiente de profunda oración y alegría, miles de fieles se reunieron en la Plaza de San Pedro para participar en la Eucaristía presidida por el Papa León XIV con motivo del Jubileo de la Espiritualidad Mariana. Con palabras llenas de ternura y esperanza, el Santo Padre invitó a todos a volver al corazón del Evangelio: Jesús, muerto y resucitado, centro de toda fe cristiana.

Inspirándose en la exhortación del apóstol Pablo a Timoteo —«Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos» (2 Tm 2,8)—, el Papa recordó que “la espiritualidad mariana nos enseña a mirar siempre a Jesús, a dejar que su memoria transforme nuestro modo de pensar, sentir y convivir”. Y añadió: “El domingo debe hacernos verdaderamente cristianos, llenando nuestra vida del fuego vivo de Cristo resucitado”.

Durante su homilía, León XIV profundizó en el pasaje bíblico de Naamán, el sirio (2 Re 5,14-17), subrayando que Dios actúa con misericordia y libertad, incluso más allá de nuestras fronteras y seguridades. “Jesús rompe los esquemas humanos —dijo—, se acerca al extranjero, al marginado y al que sufre. En Él, el amor de Dios no tiene límites.”

El Papa advirtió también sobre el peligro de vivir escondidos tras “armaduras” que ocultan la fragilidad humana. Recordó, citando al Papa Francisco, que Naamán solo fue curado cuando se despojó de su orgullo y aceptó ser vulnerable. “Jesús nos libera de esas armaduras —afirmó—, porque Él mismo nació y murió desnudo, mostrando la verdad de un amor que no se impone, sino que se entrega.”

León XIV destacó que la espiritualidad mariana es sencilla, cercana y profundamente humana. “María nos enseña a guardar y meditar todo en el corazón, a descubrir la presencia de Dios en los pequeños gestos de cada día”, expresó con serenidad. “Su fe nos impulsa a comprometernos con el mundo, a mirar con compasión a los pobres y a los que sufren, a participar del cambio que Dios sueña para la humanidad.”

El Santo Padre pidió a los creyentes cuidar la autenticidad de su fe: “No permitamos que nuestro culto se vuelva rutina o apariencia. Que nuestra oración nos una a los demás y nos despierte el corazón, como lo hizo María con su Magnificat”.

Finalmente, con voz pausada, el Papa recordó que María es el rostro materno de la ternura divina: “Cada vez que la miramos, volvemos a creer en el poder del cariño, en la fuerza de la humildad y la compasión. Ella nos enseña que no hay verdadera grandeza sin amor”.

“Queridos hermanos y hermanas —concluyó el Papa León XIV—, en este mundo que busca justicia y paz, mantengamos viva la espiritualidad cristiana. Que María Santísima, nuestra esperanza, nos guíe siempre hacia Jesús, el Señor crucificado. En Él está la salvación para todos.”

 

 

 

 

 

 

 

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