El poder del Santo Rosario

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Todos los cristianos católicos conocemos lo que es el Rosario, ese pequeño collar de 59 cuentas que muchos llevamos en el bolsillo o alrededor del cuello, mientras que otros lo usan como adorno en sus casas o en sus carros, a veces sin ser plenamente conscientes de las gracias que podemos recibir al recitarlo con nuestros labios y, sobre todo, con el corazón. Cada día, al rezar las 50 Avemarías y cinco Padres Nuestros, y al meditar pausadamente los misterios de la vida, nacimiento, pasión, muerte y resurrección de nuestro Señor Jesucristo, participamos de un ejercicio espiritual profundo que transforma nuestra vida.

El Santo Rosario es un arma poderosa contra las asechanzas del mal. Su fuerza es tal que desarma al demonio y enciende los corazones tibios, volviéndolos ardientes y enamorados de Jesús. Rezar el Rosario nos acerca a su Hijo, fortaleciendo nuestra fidelidad, paciencia, comprensión y perseverancia en el camino de Dios. Estos son solo algunos de los incontables beneficios que se obtienen al recitarlo con amor y devoción.

Cuando lo rezamos con entusiasmo y alegría, el cielo se abre y se derraman gracias sobre la persona que lo practica. Por eso es fundamental rezarlo con amor, conscientes de que cada Ave María es un acto de entrega y adoración que vence las asechanzas del enemigo. El demonio, astuto, sabe lo que le daña y siembra en muchos católicos la desidia y la pereza, haciendo que recen de manera rutinaria o sin fervor. Incluso muchos que se alejaron de la Iglesia fueron engañados de tal manera que rechazan el nombre de María.

Sor Lucía, de las apariciones de Fátima, preguntó a la Virgen qué sucedía con quienes rezaban el Rosario sin devoción. La Virgen respondió que esas personas, al rezar sin entrega, actúan como si se pusieran un paraguas, bloqueando las gracias, mientras que aquellos que rezan con amor las reciben en plenitud.

El Rosario debe rezarse pausadamente, recordando los misterios que representan la vida de Jesús. Para algunos, esta oración puede parecer monótona, pero cuando se comprende su propósito y se realiza con amor, enriquece el alma y eleva el espíritu. Es como los enamorados que nunca se cansan de expresar su amor: mientras más repiten palabras de afecto, más crece su amor. Del mismo modo, cada Ave María ofrecida con sinceridad es como una rosa que María lleva a su Hijo, quien la transforma en bendición y gracia en nuestras vidas.

Se cuenta la historia de un monje que, al retirarse discretamente de la mesa durante la cena, rezaba el Rosario. Cada Ave María que decía, según se observó, salía de su boca como una rosa espiritual. Asimismo, cuando rezamos en grupo, la gracia se multiplica: si cinco personas rezan, la oración tiene un valor multiplicado por cinco; si son cien, se multiplica por cien, beneficiando a cada uno. Por eso, rezar en comunidad hace al Rosario aún más poderoso.

San Josemaría Escrivá enseñó que el Rosario se convierte en un arma poderosa. Empléala con confianza y te maravillarás de los resultados. Esta confianza nos lleva a creer en la intercesión poderosa de María ante cualquier dificultad. Recordemos la historia de Hiroshima, donde cristianos que rezaban el Rosario a diario se salvaron milagrosamente de la bomba nuclear. De ahí viene el dicho: “El Rosario es más poderoso que la bomba de Hiroshima”.

No tengas miedo ni dudas. Recordemos que Jesús, en la cruz, le dijo a Juan: “He ahí a tu madre”, y a María: “He ahí a tu hijo”. Hoy, Juan, somos tú y yo, todos los que aceptamos a la Madre. Recibe a María, ámala, acéptala y preséntale tus cargas; ella intercederá por ti ante Jesús. Así como en las Bodas de Caná miró a los novios, ella nos mira a nosotros y a nuestros problemas, diciendo: “No tienen vino”, y luego habla con su Hijo para que se derrame sobre nuestra vida el vino de la fe, la salud, la esperanza, la provisión, el amor y el perdón.

 

Reflexión:

Rezar el Rosario no es solo un acto de devoción repetitiva, sino una práctica que transforma la vida. Cada Ave María es una oportunidad para entregar nuestros miedos, preocupaciones y debilidades a María, quien los lleva a Jesús. Es un diálogo de amor, paciencia y confianza. Cuando lo rezamos con corazón, no solo recibimos gracia, sino que también nos convertimos en instrumentos de paz y fortaleza para los demás. En un mundo lleno de incertidumbre, el Rosario nos recuerda que no estamos solos, que tenemos una Madre que intercede por nosotros y un Hijo que escucha cada oración. Por eso, cada Rosario que rezamos, pausadamente y con amor, es una semilla que florece en bendiciones, protección y renovación espiritual.

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